
A veces me duele el alma cuando escribo. Siento una especie de sufrimiento. El ejercicio de escribir se repite hasta las lágrimas. Puede ser por los recuerdos. Quizá por los demonios internos que no descansan lastimando el presente. Desacelerando movimientos. El que escribe es solitario siempre.
Necesariamente busca espacios de silencio. No te equivoques puede ser comprensivo y tierno o quizá regresado de los peores avernos.
Diletante. Confuso. Oscuro. El que redacta tiene un noviazgo eterno con el sonido repetitivo de las teclas. Sabe hermanar en dos bosquejos tinta y papel. Esos garabatos efímeros y confusos pueden guardar viejos rencores, iras o los más abrumados pensamientos.
Síntomas todos de la misma cuasienfermedad por decir o por intentar comunicar un mensaje. Que se lea o no es otra cosa. Que se entienda es provocar la cognición mientras las palabras fluyen aceleradamente o con ritmo cansino dejando impresos una amplia variedad de momentos.
Van y vienen las ideas de otros que pensaron antes. En otros tiempos o contemporáneos quizá algunos. Que también dijeron su verdad parcial y nada más que eso.
Sé que soy como un falso escriba, paria del lenguaje, refugiado de mejores conocimientos. Intento al menos ser coherente. Si es que puedo. No pretendo ser extenso.
Digo que a veces me duele el alma cuando escribo. Siento una especie de sufrimiento. El ejercicio de escribir se repite hasta las lagrimas. Pero tiene como placentero el hecho de saber que alguien lee. Siempre. Pido disculpas y agradezco la atención. No es tan interesante lo que cuento como para pretender acaparar demasiada atención o tiempo.
Muy bueno y muy cierto negrito