Agarrar el teléfono, chequear las notificaciones. Responder mensajes de WhatsApp, dar algún like en Instagram y hacer swipe en una app de citas. Ponerse a trabajar y, al rato, volver sobre la pantalla sin rumbo. Y perder más de tres horas haciendo “nada”. La filosofía del smartphone y las redes sociales se coló en nuestras vidas sin que nos cuestionemos qué de ella nos hace bien y qué, mal.
La primera capa del libro, y la más visible, es la marca de origen de Han: como buen filósofo, está interesado en dar con la diferencia específica de la época en la que vive. Allí es donde se encuentra con que habitamos un mundo en el cual ya no nos relacionamos con las cosas. Nos relacionamos con plataformas online, con likes, con posteos. Con deseos digitales que -no por digitales sino por deseos- nunca se verán realizados.
Ahí se empieza a ver la segunda capa, una reflexión sobre una cotidianeidad naturalizada que no cuestionamos. Y para hacer esto se sirve de vertientes clásicas del pensamiento occidental, con más guiños para entendidos, pero no por eso incomprensible para quien no sepa de filosofía. Veamos.
Han no plantea nada que no haya pensado ya el filósofo alemán Martin Heidegger, quien a su vez quizás tampoco haya planteado algo que no haya escrito Platón (como suele decirse -un poco en broma, un poco en serio- la historia de la filosofía occidental no es más que una nota al pie de la obra del filósofo griego). De hecho, la pregunta por el “ser” de las cosas, por las “cosas” mismas y su existencia es tan vieja como los filósofos presocráticos del siglo VI a.C.
Pero Han hace algo novedoso al iterar -repetir, de manera distinta- estos interrogantes: piensa esos problemas de forma actualizada. Les hace F5. Platón, Agustín, Descartes, Kant y Hegel no pensaron con un teléfono celular en sus manos. Han, sí.
Y lo hace con una virtud poco resaltada en el ámbito intelectual: escribe de una manera muy clara. A Han se lo puede leer sin trabas, es comprensible y ameno. Pero no por eso menos incómodo, angustiante, a la hora de ser digerido.
Las preguntas apocalípticas de Byung-Chul Han
Una de las problemáticas de Han retoma la idea heideggeriana del “cuidado”. Nos recuerda que en la historia del hombre siempre fue importante el cuidado del otro (del Dasein). Del entorno. De lo que nos rodea. En una época donde Google nos dice qué tenemos que hacer a cada paso, nos saca las dudas más inmediatas que tenemos y donde una casa inteligente con Alexa o Google Home se ocupa de cuidarse a sí misma, la importancia antropocéntrica parece desplazarse hacia un lugar que todavía no conocemos.
Otra de las ideas incómodas que aparece en el libro es la de dejar de relacionarse con cosas para vincularse con servicios. La victoria del software sobre el hardware. Ya no importa la cosa: importa lo que las no-cosas producen en nosotros. Netflix, scrollear en el teléfono. El smartphone es la pérdida de la capacidad de la concentración y el autor percibe el peligro que esto implica: dejar de interesarse por “algo”, tener un hobby propio, desarrollar un interés, para regalarle al scrolleo infinito nuestro ocio.
Han retoma a la filósofa alemana Hannah Arendt, para quien “el orden terrenal” se componía de “cosas”, para contraponer la manera en la que las GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) hacen que “las cosas desaparezcan sin que nos demos cuenta”. Vivimos en el “reino de la información” al que no le interesa la “verdad” de las cosas: bienvenidas las fake news.
En este ámbito, otras tecnologías maravillosas como la impresión 3D casi que ridiculizan nuestra relación con las cosas: las replica “de manera estúpida”, dice el profesor de la Universidad de las Artes de Berlín.
¿Quién usa el teléfono para hablar en 2021? La comunicación por chat, por nota de voz, borra al “otro”: “Al otro no se lo llama para hablar, preferimos mensajes de texto porque al escribir estamos menos expuestos al trato directo. Así desaparece el otro como voz”, escribe en el capítulo “Smartphone”.
Leer No-Cosas es como ponerle conceptos más firmes al documental Lo and Behold (2016), en el que Werner Herzog examina los límites de la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana.
Hay que advertir que Han es, recordando la distinción de Umberto Eco de “apocalípticos e integrados”, un pesimista recurrente respecto del uso de las tecnologías.
Quizás es eso precisamente lo que necesitamos en 2021: alguien que deje de lado el “solucionismo tecnológico”, aquella utopía de que los medios técnicos iban a resolver todos los problemas de nuestra vida y que filósofos como el bielorruso Evgeny Morozov o la estadounidense Shoshana Zuboff ya cuestionaron hace tiempo. Pero que por alguna u otra razón, en nuestro día a día nos olvidamos de recordarlos apenas nos entregamos a bucear en las profundidades de un scroll que nos da tanta satisfacción, pero también hastío.
Fuente: clarin.com