Foucault argumentaba que el poder no es algo que se posea o se ejerza sobre otros, sino que es una relación compleja y fluida entre individuos y grupos. Según él, el poder no solo se encuentra en las instituciones políticas o en los líderes políticos, sino que está presente en todas las relaciones sociales y atraviesa todos los aspectos de la vida.
Señalaba que el poder opera a través de mecanismos sutiles y disciplinarios, como la vigilancia, la normalización y el control social. Estos mecanismos son utilizados por diferentes instituciones sociales para regular y moldear las conductas individuales.
Además, Foucault sostenía que el poder no solo reprime o limita a los individuos, sino que también tiene un carácter productivo. El poder crea nuevas formas de subjetividad e identidad dentro de sociedades específicas.
Por último, Foucault afirmaba que el poder es una relación dinámica e histórica. No existe un único tipo de poder universalmente válido; más bien, éste está sujeto a cambios históricos y culturales. De esta forma, Foucault desafió la idea tradicional del poder como una estructura fija e inmutable para mostrar su complejidad y fluidez.