El dolor va y viene. Ataca. Impiadoso. Luego parece como sonriente la fiebre. Atraída por la infección. Su danza es virulenta y la temperatura corporal se eleva.
Traslada al ser al peor de los infiernos. Al delirio. A los temblores. A un mano a mano con la muerte. Situación de enfermo. Que no puede por sí. Que depende. Que debe ser asistido. Por las noches aparece el llanto. El estado catarquico. Que estarán haciendo Luis o Pedro. Porque no me llamo Daniel. Porque me dice amigo Miguel. Ni siquiera un mensaje me mandó. Nadie me llamo. Probablemente van a decir : » qué bueno que te recuperaste» «me alegro que estés bien» «estaba preocupado por vos “frases huecas. Armadas. Inválidas. Repetidas. Luego la oscuridad quizá del sueño. Más tarde tiempo para los medicamentos. Desde ahí hacia adelante puede ser bueno o no tan bueno. Incorporarse. Ir al baño. Si se puede. Sino el procedimiento hospitalario que sea. Denigrado proceso de enfermo. Aquellos solos en los nosocomios. Olvidados de Dios y del sistema. Posición horizontal en la cama esperando que el alma se eleve. Las quejas vienen desde los cuerpos que crujen. Las pestes existentes doblegan. Antibióticos. Recetas. Comprar y pagar. Los hospitales públicos hacen. Lo que pueden. Los privados facturan a quienes pueden. Mientras aquellas figuras tétricas continúan por los pasillos. Arrastrando el suero. Vomitando. Quejándose. Gimiendo. Temblando. Pidiendo en posición de genuflexión un poco de calma y que el dolor se aleje. Al menos un poco. Poder descansar. Ingerir los alimentos. Salir del trance. Repensar. Recuperar. Fortalecer. Mientras se pueda.
Imagen de tapa: José Ramón Trigo http://www.jrtrigo.es/en/