Ser o no ser. Gane quien gane las elecciones de octubre se enfrentará a una realidad: desatar el nudo de la problemática económica llevará años. Desde los despachos de los economistas argentinos y del exterior, va ganando lugar la idea de describen a fondo el fracaso de la gestión de Mauricio Macri. Incluso lo hacen los técnicos liberales, cuando es opinión generalizada que el jefe de la Casa Rosada aplicó una estrategia con esa bandera.
La crítica es amplia y dispersa. Descata a un grupo de funcionarios que sostuvo que con el optimismo y sin política comunicacional ni tener en cuenta la pesadísima herencia que recibían, todo se resolvería en el corto plazo. Se dejaron llevar por la omnipotencia y el temor a la reacción social.
Recién a mitad de camino tomaron conciencia de que con gradualismo, más apretones impositivos y tarifarios y con la duplicación de los planes sociales que había consagrado el cristinismo, no llegaban a ningún lado. Sí o sí necesitaban ayuda crediticia externa. Entonces firmaron, cerrando los ojos, un crédito con el Fondo Monetario, el más alto concedido por el organismo. Pensaron que todo iría sobre carriles y los compromisos con el organismo se saldarían en orden y en fecha.
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