Deficit cero, destino incierto

Qué situación la que vive nuestro país.  Dicen que es necesario vivir el presente, también tenemos la necesidad de mirar un poco hacia lo que viene, sobre todo en estos tiempos de gobiernos imprecisos, de falsos predicadores, falsos profetas, falsos escribas. A veces, la razón no impera, a veces se esfuma, a veces parece inexistente.

Los males de la sociedad actual, esta «sociedad del cansancio», esta sociedad acelerada y vertiginosa, que camina hacia un destino incierto, nos afectan profundamente. Esta sociedad que compra, que consume, que se enferma, se muere y renace cada día. Pero, ¿tiene tiempo para pensar? Más bien, no tiene tiempo ni para extrañar. Debemos dar vuelta a la página rápidamente. Estamos hiperconectados, globalizados, algunos entendemos lo que sucede y otros no. Este tren, que es como una vorágine comunicativa, no se detiene, avanza y avasalla, llevándose por delante cualquier obstáculo que interfiera en su camino.

Ese tren nos invita a subir como pasajeros virtuales, sin demasiado arraigo, a recorrer otras culturas, otros saberes, otras imágenes. Y, muy de a poco, nos vamos olvidando de lo nuestro: de nuestras raíces, de nuestra cultura, de nuestro acervo, de nuestras querencias, de los nuestros, de aquellos que estuvieron antes para que nosotros hoy estemos aquí.

La realidad actual muestra a un país como Argentina marchando, supuestamente, hacia el desarrollo, hacia un déficit cero, hacia un capital que empuja y necesita de la producción. Pero, sobre todo, necesita de ese plusvalor que genera quien menos recursos tiene. Aquel que no produce o no genera ya no le sirve al sistema. El sistema lo fagocita, lo vuelve inexistente.

La política y los políticos, que suelen mentir, esbozan discursos para que el pueblo los escuche y les crea, para generar una masificación de conciencias. Lo lamentable es que, aun siendo outsiders o figuras mediáticas, logran impactar en la gente y en sus pensamientos, generando luego el voto necesario para hacerse con el poder. En un país pensante, con capacidad de raciocinio, estas cosas no sucederían. Pero en Argentina, sí pasa.

¿Qué nos espera? Es muy incierto. Lo que tenemos es este presente. ¿A dónde iremos? Es como pensar en un viaje que puede llevarnos por paisajes bellos o por otros completamente terribles, cargados de miseria, hambre y miedo. ¿Quién sabe? Tal vez, algún día nos demos cuenta, si nos permiten elegir, entender y participar. Quizá entonces, con nuestra opinión y movilización, podamos empezar a pensar que el verdadero poder, el máximo poder, es el del pueblo soberano.

 

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