A estas alturas, todo el mundo tiene una opinión sobre Maduro. Negativa. Pasional. He estado leyendo para ver si los números dan la razón al corazón.Las cifras. La renta per cápita de los venezolanos, según el FMI, ha pasado de 7.870 dólares en 2013 a 3.300 (2.900 euros) en 2018. Una bajada del 58%. Eso se debe a la caída de los ingresos del petróleo que suponen el 95% de las exportaciones del país. Cierto, el precio del crudo ha bajado de 120 dólares el barril a 40 en el mandato de Maduro. De esto no es responsable. Sí de que la producción haya caído de 3 millones de barriles diarios en 2000 a 1,17 en 2018, según la OPEP.
El año pasado la inflación, según el FMI, fue de 1,37 millones por ciento. Peor que en la Alemania de Weimar. El salario mínimo da para… un kilo de jamón. El 30% de los niños menores de 5 años sufren malnutrición. Desde 2015, el régimen no divulga cifras sanitarias. Por algo. Las que hay proceden de una red llamada Médicos por la Salud: la mitad de los servicios de rayos X no funcionan; la mitad de los laboratorios clínicos han cerrado; en tres cuartas partes de los hospitales no hay agua corriente. Según contó el doctor Castro Mendez a Le Monde ha habido en los últimos diez años 180.000 muertes «anormales» como fallos en las máquinas de diálisis, ausencia de oxígeno en la ambulancia etc. «Se muere de malaria en Venezuela, se multiplican los casos de tuberculosis y de difteria», añade.
Se comprende que 2,3 millones de venezolanos hayan votado con los pies y huido del país desde 2015, según la ONU. Un éxodo comparable al de un país en guerra. Con estos datos, aunque Maduro fuera un gobernante benéfico, un demócrata irreprochable y un estadista honrado debería renunciar.
¿Cómo es posible que sobreviva? Porque se ha cuidado muy mucho de crear una base de poder. Militar por supuesto. Sus fuerzas armadas suman 365.000 soldados, 1,6 millones de reservistas. Así que 4.000 desertores no son gran cosa. Venezuela tiene 1200 generales, ¡casi el doble que Estados Unidos! La milicia suma 400.000 almas más. Desde tiempos de Chávez, los militares ocupan la mitad de los ministerios y todos los puestos clave de la economía.
Por eso tarda en caer. Pero lo hará. Los números le condenan. La Historia también lo hará.
Fuente: elmundo.es