«Pindonga» y «Cuchuflito» son los inesperados protagonistas de la campaña electoral argentina. A partir de una frase pronunciada por Cristina Fernández Kirchner, «Pindonga» y «Cuchuflito» simbolizan la crisis del consumo, la pobreza, el orgullo nacional, la buena o mala calidad de los productos argentinos e incluso la buena o mala calidad de los candidatos.
En las primarias del 11 de agosto empezará a verse a quién favorece el gran debate público sobre «Pindonga» y «Cuchuflito».
La semana pasada, Kirchner presentó en Mar del Plata, por enésima vez, su libro Sinceramente. Fue, como todas las anteriores ocasiones, un acto electoral más o menos camuflado. Y pronunció la frase fatídica: “Durante nuestra gestión, los supermercados rebosaban de mercaderías de primera marca. Ahora aparecen y proliferan marcas que nadie conoce, ‘La Pindonga’, ‘El Cuchuflito’. Hasta te venden productos que dicen en lugar de leche, producto lácteo que contiene leche. ¿Qué es eso? ¿Esto es capitalismo? Capitalismo era cuando Axel [Kiciloff] estaba de ministro de Economía y la gente compraba y consumía y podía viajar”.
Ciertamente, la caída del poder adquisitivo en al menos un 12% anual, a causa de la inflación y la recesión, ha propiciado una explosión de las segundas marcas, más baratas. El acuerdo del gobierno con los grandes fabricantes y distribuidores para congelar durante seis meses el precio de 64 productos considerados básicos, desde la harina hasta la yerba mate, ha disparado las ventas de lo que la ex presidenta llama «Pindonga» y «Cuchuflito». El producto de precio congelado más vendido desde la firma del acuerdo, tres meses atrás, es la leche La Martona, a 35,80 pesos en Buenos Aires, frente a los 47,70 que cuesta la marca líder, La Serenísima. Tanto La Serenísima como la floreciente La Martona son producidas por el mismo grupo, Mastellone Hermanos.
Los medios de comunicación antikirchneristas, muy numerosos, se lanzaron sobre el asunto. Dijeron, como el presentador televisivo Eduardo Feinman, que Cristina Fernández Kirchner atacaba a las pequeñas empresas nacionales que intentaban hacerse con un lugar en el mercado (cosa solo parcialmente cierta: con bastante frecuencia los mismos grandes grupos producen las marcas caras y las baratas): «Pindonga y Cuchuflito» «son el resultado del esfuerzo diario de miles de argentinos que trabajan con pasión para sacar el país adelante”, afirmó Feinman. El diario Clarín recordó con gran despliegue (tres páginas del diario) que “las marcas que degradó Cristina” alcanzaban el 46% de las ventas en 2006 (ahora alcanzan el 36%), cuando gobernaba Néstor Kirchner. En 2002, el año del colapso económico que propició la llegada al poder de los Kirchner, copaban el 55% de las ventas.
El auge de “Pindonga y «Cuchuflito” siempre se ha producido en tiempos de crisis. En ese sentido, la ex presidenta, multiprocesada por corrupción y tan amada por unos como odiada por otros, tocó el punto más sensible para los electores: la evidencia de que la economía marcha muy mal.
El auge de las segundas marcas tiene, además, un efecto secundario: el auge de los sucedáneos. Por ejemplo, como subrayó Kirchner, la leche que no es leche, sino un “producto lácteo” a base de leche, agua y otras materias, como proteínas de origen lácteo (usualmente utilizadas en la alimentación porcina), con un aporte alimenticio bastante inferior al del producto real. “El producto lácteo no reemplaza a la leche, sino que es una alternativa más económica para que el consumidor pueda satisfacer sus necesidades”, dijo al diario Infobae un representante de La Suipachense, una de las empresas que comercializan el “producto lácteo”. Situaciones similares se dan en yogures y quesos, especialmente el rallado.
En las redes sociales, el asunto de «Pindonga» y «Cuchuflito» tendió a derivarse hacia los propios candidatos. Los macristas dijeron que el candidato peronista a la presidencia, Alberto Fernández, era en realidad el sucedáneo barato de su acompañante para la vicepresidencia, Cristina Fernández de Kirchner; los kirchneristas proclamaron que los auténticos «Pindonga» y «Cuchuflito» eran Mauricio Macri y su compañero de candidatura, el peronista tránsfuga Miguel Ángel Pichetto.
Ahora mismo, según los sondeos, los Fernández (Alberto y Cristina) mantienen una ventaja de entre tres y cinco puntos, aunque Macri y Pichetto parecen acortar distancias. Las primarias del próximo 11 de agosto no servirán para otra cosa que para comprobar la capacidad de movilización de cada bando, y para averiguar si lo que hay entre ambos (candidatos como Roberto Lavagna o José Luis Espert) posee alguna relevancia. Las primarias obligatorias constituyen un mecanismo para elegir los candidatos dentro de cada partido, pero esta vez ni Mauricio Macri ni Alberto Fernández tienen rivales internos, por lo que la votación tendrá el valor de un macrosondeo. La atención estará centrada en la provincia de Buenos Aires, donde se enfrentan la actual gobernadora, la macrista María Eugenia Vidal, y el ex ministro de Economía kirchnerista Axel Kiciloff. El partido que gana Buenos Aires suele ganar la presidencia.
Fuente: El País