Poco antes de partir hacia la Luna, Neil Armstrong dijo que, aunque todo saliera bien, no creía que la gente fuera a recordar su nombre en el futuro. En todo el año 1969 cobró por su trabajo 27.401 dólares. Por año, no por mes. En ese salario estaba incluido el viaje que lo llevó a dar su pequeño paso que fue el gran paso de la humanidad.
¿Qué pasos dimos los argentinos desde entonces?
Nuestro Código Penal se sancionó en 1921. Cuando el hombre llegó a la Luna ya era un código viejo: tenía 48 años y la sociedad de los años 20 no era la misma que la de fines de los 60. Pero pasaron 50 años más y seguimos con el mismo Código que aún contempla castigos para quienes les tiren piedras a los tranvías y la posibilidad de batirse a duelo.
De modo que la Apolo XI fue y vino, el hombre llegó a la Luna cinco veces más, fotografió Marte como si fuera el patio de su casa y nuestro Código Penal sigue ahí.
En el país que está en la Luna se siguen creando comisiones parlamentarias para hacer informes sobre hechos. La última opinó sobre el hundimiento del ARA San Juan, 50 años después de que Perón dijera que la mejor manera de que algo quedara sin investigar era creando una comisión. Esta última, conformada mayoritariamente por legisladores opositores, dijo que la culpa del hundimiento del submarino la tiene el gobierno de Macri. La minoría macrista disintió.
Cuando el hombre llegó a la Luna el ministro de Economía argentino, Adalbert Krieger Vasena, devaluó el peso un 40 por ciento. Es decir, se disparó el dólar y si uno quería ver a famosos almorzando tenía que poner el programa de… Mirtha Legrand. Cincuenta años no es nada.
Ahora vamos a otra elección polarizada con la grieta encendida y debatiendo si está bien o mal que haya muchas marcas pindonga, bautizadas así por una ex presidenta que las alentó sin parar durante su gobierno para aliviar una crisis que dice que comenzó luego de que ella se fue.
O sea, ¿puso los planes Ahora 12 y alentó exportaciones de La Salada a Angola más gaseosas y leche pindonga para escapar de la crisis que vendría con el otro gobierno?
Cristina nunca usó carteras pindonga sino Louis Vuitton; no vive en un barrio pindonga sino en Recoleta y no mandaba a buscar los diarios a un kiosco pindonga de Santa Cruz sino que se los hacía llevar en el Tango 01. Lo justo es justo: nunca fue soviética.
El mundo discute de 5G, robótica, cambio climático, Marte, reformas tributarias y previsionales, calidad de vida, energías renovables y acceso real a una educación útil e inclusiva, pero acá seguimos por espasmos temas que no resolvemos jamás. ¿Está mal difundir los resultados de cada escuela en las pruebas Aprender? ¿Tienen que llevar los motociclistas el número de patente en el casco y el chaleco? ¿Los visitantes pueden ir a la cancha? ¿La extinción de dominio está bien para que los ladrones devuelvan lo robado? ¿El aborto despenalizado, legalizado o nada? ¿Alcohol cero al volante o una tolerancia mínima?
El país que está en la Luna orbita alrededor de los desacuerdos infinitos.
En 1969 la pobreza argentina era del 4%. Ahora, ocho veces mayor. En los últimos 25 años nunca bajó del 25%. Discutimos cualquier cosa pero no conseguimos bajar la proporción para que uno de cada cuatro argentinos deje de ser pobre.
Todavía no sabemos por qué Florencia Kirchner -en Cuba hasta no sabemos cuándo- tenía 5 millones de dólares cash o de quién eran los 9 millones de dólares del convento de José López. Dos «detalles» sin resolver que suman 511 años de sueldo para Armstrong, el hombre que la humanidad no olvidó en el futuro, mientras nosotros seguimos en la Luna.
Por Hector Gambini / Clarín