La vida lleva a vivir situaciones. Difíciles a veces. Desagradables. Con el paso de los años se valoran. Una escuela durísima. Pero finalmente da un premio. La experiencia. Ese premio se atesora. Sino estuviste ahí no sabes. Papá y mamá se preocuparon por darte lo mejor. A vos no te falto absolutamente nada.
Como podría ser empático alguien con el otro. La alteridad. Te cae bien decir “soy jefe”, “estoy a cargo”. Va a decir “Residente»: «pendejo, corderito mancebo, un desayuno vegano sin huevo, no tienes calle por eso tienes los nudillos blanditos” quién desde la peruana mirada de Jaime Bayly pregona un comunismo revolucionario y hasta poético mientras vive como un capitalista.
¿Pasaste hambre alguna vez pá? Acá utilizo un poco de la verba del «Kun» Agüero ¿Sabes que es no tener nada para comer? No lo sabes. Tampoco tenés por qué. No es tu culpa. Lo que es cierto es que te falta recorrido. Calle. La puta calle. Meter las patas en el barro. Estar durmiendo en una casa que se llueve. Más adentro que afuera. Nadar en los charcos. Chuparte los mocos que parecen dos velas.
Lograr la atención de una señorita una utopía. Ellas siempre elegían en ese entonces a los «de guita». Para esa suerte de aristocracia pueblerina era un insulto que alguien de doble apellido se relacione con «los negritos del matadero». Una deshonra estar con un «plebeyo». Aquellos «patricios» jamás lo permitirian.
En mi barrio rodeado de tamariscos utilizábamos una frase para señalar a quienes no tenían recorrido. Trasladado a éstos tiempos a quienes se creen «turros». Nada más y nada menos que alguien que pretendía ser un seductor. Que tenía los elementos materiales como para serlo, pero le faltaba la viveza que te da el barrio. Simplemente referíamos en una suerte de combo en el que estaban camuflados improperios, burlas y hasta descrédito: “a vos te falta esquina medina»