7 razones que nos llevan a comprar más cosas de las que necesitamos

La cantidad de cosas que poseemos en la actualidad es realmente asombrosa. Aunque quizás lo más asombroso es que no somos plenamente conscientes de ello. Asumimos que tener tantas posesiones es algo normal, lo damos por descontado, como respirar.

De hecho, ¿sabías que el tamaño medio de un hogar estadounidense ha crecido de 1,000 pies cuadrados a casi 2.500 metros cuadrados en los últimos años? ¿Sabías que el negocio del almacenamiento genera más de 24 mil millones de dólares cada año? Todo indica que hoy consumimos el doble de los bienes materiales de hace 50 años. Sin embargo, lo más curioso es que en todo este tiempo no nos hemos vuelto más solventes sino que hay un promedio de casi 15.950 dólares de deuda en las tarjetas de crédito.

En Europa estas cifras pueden ser más bajas pero, aún así, la situación es preocupante y nos debería llevar a preguntarnos por qué compramos tantas cosas. ¿Qué nos obliga a gastar dinero y contraer deudas que después nos quitan el sueño y se convierten en una fuente de preocupación?

Por supuesto, si la mayoría de las personas pudiese responder honestamente a esta pregunta, es probable que el problema no existiese pues les resultaría más fácil gestionar de manera más equilibrada sus recursos. Sin embargo, como nunca es tarde para repensar nuestro estilo de vida, he aquí algunas de las razones ocultas que llevan a las personas a comprar más cosas de las que realmente necesitan.

¿Por qué compramos tantas cosas que no necesitamos?

1. Creemos que nos dará más seguridad. Pensamos que algunas posesiones materiales nos traerán más estabilidad y seguridad a nuestra vida, como el hecho de tener una casa, un coche o la ropa “adecuada”. Sin embargo, en realidad las posesiones se pueden esfumar en cualquier momento dejándonos a merced de las circunstancias. Eso no significa que no debas comprar una casa si puedes hacerlo pero no es necesario hacer una hipoteca para comprar una casa más grande porque el tamaño no es sinónimo de más seguridad. De hecho, estarás más seguro si tienes una casa pequeña completamente pagada que si tienes una villa inmensa a medio pagar. Por tanto, antes de comprar algo, pregúntate qué nivel de seguridad estás buscando y qué nivel de seguridad realmente puede brindarte esa posesión.

2. Pensamos que nos hará más felices. En los últimos años el mercado ha comenzado a girar a un ritmo vertiginoso, cada pocos meses salen nuevos dispositivos electrónicos que dejan obsoletos a los anteriores, la moda se rediseña cuatro veces al año, los coches son cada vez más rápidos… Creemos que seguir el ritmo de estos cambios nos hará más felices pero en verdad solo nos convierte en esclavos de las tendencias. De hecho, se ha demostrado que las posesiones nos brindan una alegría efímera mientras que la verdadera felicidad radica en los momentos que compartimos con las personas que amamos.

3. Somos más susceptibles a la publicidad de lo que estamos dispuestos a admitir. En promedio, vemos 500 anuncios cada día, ya sea a través del televisor, Internet o en la calle. Cada anuncio tiene el mismo mensaje: la vida será mejor si compras lo que estamos vendiendo. A fuerza de escuchar este mensaje tantas veces y desde tantas perspectivas diferentes, comenzamos a creer que es cierto, aunque ni siquiera seamos conscientes de ello, el mensaje ha penetrado en nuestro subconsciente y desde ahí determina nuestro comportamiento de compra. Afortunadamente, ser conscientes de que somos vulnerables a estos mensajes es el primer paso para impedir que la industria del marketing nos domine por completo y nos impulse a adquirir cosas que no necesitamos.

4. Queremos impresionar a otras personas. En una sociedad donde todas nuestras necesidades básicas están satisfechas, nos hacen creer que el resto de las necesidades también son fundamentales, aunque en realidad no lo son. Sin embargo, es a través de esas posesiones que demostramos nuestra riqueza, importancia, estatus y hasta el nivel de éxito que hemos alcanzado. Por eso, muchas personas compran la casa más grande, el coche más potente y el último smartphone solo para impresionar a los demás o para demostrar que forman parte de cierto grupo elitista.

5. Sentimos envidia de las personas que poseen más. Nuestro cerebro es una verdadera máquina de comparar, a lo largo del día realizamos cientos de comparaciones, a veces sin darnos cuenta. El problema comienza cuando comparamos las posesiones materiales y sentimos envidia por aquellos que pueden permitirse ciertos lujos. Entonces pensamos que somos personas de una valía menor, tan solo porque no tenemos lo que tienen los demás. Una cultura obsesionada con el éxito, que lo mide a través de la cantidad de dígitos en la cuenta bancaria, es una cultura donde crecen personas envidiosas que quieren vivir más allá de sus posibilidades y que nunca se sienten satisfechas con lo que tienen.

6. Intentamos compensar alguna deficiencia. En la sociedad actual, en vez de mirar dentro de nosotros en busca de respuestas, buscamos las soluciones fuera. Por eso, a menudo el coche, la ropa o los dispositivos electrónicos se convierten en una forma para compensar la soledad, la angustia, la pérdida o los problemas en las relaciones interpersonales. Sin embargo, no hay nada más paradójico que trabajar 10 horas al día, sin descanso, y después combatir la soledad y el agotamiento comprando algo que no necesitamos y en lo cual invertimos gran parte del salario del año. O comprarle el juguete más caro a nuestro hijo porque nos sentimos culpables de trabajar demasiado y no tenemos tiempo para jugar con él.

7. Somos más egoístas de lo que nos gustaría admitir. Dentro de cada persona coexisten sentimientos encontrados, aunque muy pocas son capaces de reconocerlos y admitirlos. A veces simplemente compramos más cosas porque adoptamos una actitud egoísta y codiciosa, porque nos dejamos vencer por nuestro ego y no nos detenemos a reparar en las consecuencias o a pensar si realmente lo necesitamos.

Ya sea por un motivo u otro, lo cierto es que el exceso de posesiones materiales no enriquece nuestras vidas sino todo lo contrario. Comprar tantas cosas nos impide apreciar otros aspectos más maravillosos de la vida, que están ahí pero de los cuales no nos percatamos porque estamos demasiado ocupados trabajando más para comprar más.

 

Fuente: rincondelapsicología.com

 

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