Workismo: cuando lo que somos depende del trabajo que tenemos

(*) Dentro de los debates inspirados por el creciente avance de las tecnologías a las que bautizamos de “inteligencia artificial”, los más repetidos están vinculados con el mundo del trabajo: ¿cómo será nuestro futuro si un algoritmo consigue hacer gran parte de nuestras tareas?

Se trata de un escenario inquietante no sólo porque pone en duda nuestra suerte laboral sino porque nos interpela en nuestra propia identidad.

Es una de las consecuencias de un nuevo credo religioso nacido en Silicon Valley que comienza cuando alguien pregunta: “¿A qué te dedicás?”

La forma en la que nos ganamos la vida se ha convertido directamente en nuestra vida.

Es lo que el periodista Derek Thompson llama workismo, la búsqueda del significado de quienes somos en el trabajo.

En su visión, nuestros puestos laborales cumplen la función que antes tenían las identidades religiosas: no sólo nos dan estabilidad, sino también una personalidad propia, una comunidad a la que pertenecer y un sentido de propósito.

¿Quiénes somos en el trabajo y en la vida? Foto: Archivo Clarín.¿Quiénes somos en el trabajo y en la vida? Foto: Archivo Clarín.

No se trata, después de todo, de una idea descabellada: nuestro trabajo ocupa la mayor parte de las horas de nuestros días y suele preocuparnos tanto que nos quita el sueño.

Así, en ocasiones, sentimos que es inevitable ver a nuestras tareas como reflejos de quienes somos.

La élite de Silicon Valley está comprometida a trabajar más horas: su cultura de la productividad se volvió un modelo.

Aunque la fetichización del trabajo no es exclusiva de los Estados Unidos y sus primeras expresiones pueden encontrarse en el siglo XX, esta entronización de lo que hacemos como columna vital de quiénes somos encontró en las startups actuales de Silicon Valley su máxima expresión, construyendo una cultura laboral, en la que la autoestima de los grandes líderes está entrelazada con los logros profesionales.

Según la socióloga Judy Wajcman, la élite de Silicon Valley es “más joven y más masculina y está más comprometida a trabajar más horas” que en otros ámbitos, haciendo que esa cultura de la productividad, que glorifica el trabajar todo el tiempo, se vuelva un objetivo para otras industrias.

Lo que esconde, no obstante, es que esa forma de vida es posible porque hay tareas de cuidado que lleva adelante alguien más, en general de forma no remunerada o mal remunerada.

Sin embargo, la reciente ola de despidos de las empresas tecnológicas, que dejó a decenas de miles de personas sin trabajo, puso a prueba la fe de los workistas: ¿quién sos realmente si tu trabajo es tu identidad y de un día para el otro lo perdés?

Es un dilema aún mayor a lo que sucedió en pandemia, cuando todos vivimos con preocupación los cambios en la manera de trabajar.

Las personas que cultivan otros intereses son más resistentes a la adversidad y resuelven sus problemas con mayor creatividad.

El workismo, después de todo, se parece más a la fe que a la ciencia.

(*) Por Tomás Balmaceda / clarin.com

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